El siglo XXI se inicia como acabó el siglo XX, repleto de contradicciones y ambivalencias en los diferentes ámbitos socioeconómicos, culturales y personales. La globalización económica está generando una desigualdad creciente que impulsa nuevos populismos por todo el mundo. Algunas corrientes hablan del fin del neoliberalismo motivado por la insatisfactoria respuesta dada por el mercado a los grandes retos de las economías y la vida de las personas que se han tornado más precarias. La misma tendencia parece tener la social-democracia que desde la izquierda no es capaz de dar soluciones con respuestas eficaces y prácticas a la desigualdad y se pierde en discursos prometedores pero en definitiva demagógicos. La política parece colapsada sin ser capaz de garantizar los logros de bienestar y ciudadanía igualitaria que se proponían conseguir con las democracias liberales y, por otro lado, los ciudadanos disponen de innumerables herramientas tecnológicas para gestionar sus propias vidas y, sin embargo, cada vez están más perdidos en el limbo de las contradicciones del capitalismo. Por un lado este modelo económico y cultural genera espejismos y fantasías a través del consumo y la supuesta libertad de elección que tienen los ciudadanos y, por otro lado, se impone la incapacidad de ejercerla y de disfrutar de esos sueños ofrecidos por el mercado y la tecnología porque la precariedad, la falta de horizontes, el cansancio, el ensimismamiento en uno mismo (la cultura del selfie) impiden alcanzar esos objetivos personales que sólo se pueden realizar plenamente en lo colectivo. Este contexto parece llevarnos inevitablemente a la perpetuación de las contradicciones culturales del capitalismo de las que ya hablaba Daniel Bell a finales de los años 70 (Noguera y Herreras, 2017).
Los jóvenes no son ajenos a esta realidad contradictoria. Por un lado, se proyecta sobre ellos la idea de que no hay futuro y se les transmite que son “una generación perdida” y, por otro lado, se les dice que tienen que emprender e innovar para hacer frente a su destino precario, aunque pocas veces se les da voz para expresar su posicionamiento ante los retos económicos, familiares, culturales y políticos que tienen por delante. Como respuesta al discurso dominante se manifiestan a través de canales alternativos a los ejes de poder y de comunicación tradicionales. Es ahí donde hay que buscarlos para entender la nueva realidad participativa e innovadora de la cultura juvenil. En el espacio de estas contracciones y canales subterráneos, emergerán nuevos movimientos de sello contracultural que tienen por protagonistas a los jóvenes y que permanecen ocultos bajo la imagen estereotipada que reflejan los medios de comunicación convencionales.
Quizás estemos ante una nueva generación de jóvenes y adolescentes que creará nuevos códigos de comunicación y expresión adelantando a los adultos gracias a su mayor dominio del mundo digital (Feixa, 2015). Indagar en estas nuevas formas de expresión y relatos que están construyendo los jóvenes con diferentes acciones culturales a través de los dispositivos tecnológicos, nos puede ayudar a entender algo más del universo juvenil sobre el que se está construyendo una cultura alternativa que a la vez en continuo diálogo con la cultura dominante del capitalismo. Una de las contradicciones del capitalismo moderno es que promueve un consumismo amoral en el sentido de que los deseos son ilimitados y para ello desarrolla toda una maquinaria de fabricación y satisfacción de tales deseos y, por otro lado, la gestión de la producción económica de esos deseos demanda contención y sobriedad. Es decir, por una parte, se desarrollan múltiples herramientas para desear el bienestar y el hedonismo y, por otra parte, la realidad impone con dureza la precariedad, la contención y el sacrificio. El nuevo escenario cultural y alternativo donde se sitúan las voces de algunos jóvenes al margen de los discursos políticos y económicos dominantes, reflejará en buena medida dichas ambivalencias.
La cultura youtuber en los adolescentes: una respuesta al discurso dominante
El origen del término contracultura se atribuye al escritor Roszak en 1969 como respuesta a los numerosos cambios que se estaban produciendo en la sociedad norteamericana del momento a través de la expansión de la cultura Hippie y un nuevo activismo político, cuya expresión trataba de oponerse a la sociedad hiper-tecnocrática. De acuerdo con Costa (2018:32) el concepto de contracultura responde a aquellas expresiones que se definen en oposición a los valores dominantes, siendo el concepto de “desafiliación” el gran pilar sobre el que pivotan los movimientos contra-culturales. El contexto actual no es el mismo porque están cambiado las formas que tienen los jóvenes de relacionarse con el escenario, pero sin embargo ese escenario comparte algunas de esas características de los setenta: la desconfianza hacia lo institucional, la preponderancia de lo contable y económico para explicar la realidad social, el discurso peyorativo sobre los jóvenes y sobre su futuro. Todo ello ha propiciado el surgimiento de un escenario cultural juvenil que se desarrolla al margen del poder y de las élites establecidas y que utiliza las tecnologías para crear nuevos discursos, relatos, formas de estar, ser y actuar que desafían las leyes de la gravedad institucional. Un ejemplo de ellos son los nuevos youtubers.
Tal y como muy bien expresa Jordi Costa, el joven youtuber sería el resultado evolutivo del movimiento underground contracultural de décadas pasadas. Si bien este está marcado por un contenido ambivalente en el que parece primar lo mercadotécnico y consumista ejemplificado en lo que se denomina Unboxing (literalmente desempaquetando). Este concepto se utiliza para definir cómo el youtuber saca algún producto de su packaging para ver qué contiene y, así, enseñárselo al público y venderlo siguiendo la lógica neoliberal de mercado. Un ejemplo de esta práctica podrían ser los jóvenes youtubers de “experimentos caseros” que han conectado con cientos de adolescentes creando un nuevo lenguaje para experimentar, para leer y para descubrir. Son un fenómeno de ventas entre los adolescentes. Se trata de una nueva forma de hacer educación y cultura científica, más allá de la tradicional forma que utilizan las escuelas e institutos. Estos jóvenes youtubers están propiciando que muchos adolescentes y jóvenes opten por estos vídeos en lugar de por la televisión y los libros para experimentar a través de la propuesta de actividades científicas cotidianas. Al lado de estas prácticas unboxing hay otros ejemplos de youtubers que funcionan con un discurso contra-cultural. Jordi Costa nos ofrece el ejemplo de la youtuber “Soy una pringada”, como un discurso adolescente contra-cultural muy potente y disidente de la cultura youtuber predominante. Si bien la figura del youtuber desarrolla, por lo general, un modelo de discurso que publicita y propaga las prácticas neoliberales de consumo y poder, en el caso de “soy una pringada” asistimos a un relato que cuestiona los discursos hegemónicos asumidos por toda una generación de adolescentes, dando lugar a una nueva sensibilidad que llama a reflexionar sobre los engaños, frustraciones y escepticismos que genera en los jóvenes el discurso dominante.
Lo novedoso de este discurso youtuber es que los jóvenes y adolescentes expresan sirviéndose de ese medio, las contradicciones a que los somete el modelo consumista y lo hacen sin complejos y como forma de resistencia cultural a las jerarquías y al poder establecido. Es una especie de resistencia cultural contra el poder establecido en los términos utilizados por Willis (2017) para expresar la reproducción cultural de la desigualdad educativa asumida por la clase obrera como una práctica de cuestionamiento de la autoridad de la élite educativa, pero esta vez los jóvenes lo hacen desde las plataformas digitales donde expresan sin cortapisas, sus frustraciones y decepciones.
A nivel musical también se ha desarrollado una escena contracultural con nuevos estilos como el Trap. Un nuevo sonido y estética que se originó en el sur de Estados Unidos en la década de los noventa y que está cautivando a los jóvenes en todo el mundo. Estos grupos no se caracterizan por vender tantos discos como otros grupos ni por realizar conciertos masivos, ni por ser reivindicativos políticamente, pero atraen muchas visualizaciones en YouTube y tienen muchos seguidores en redes sociales, como Instagram o Twitter.
Todos ellos son estilos y voces que provienen de prácticas exentas de glamour y con una gran carga irónica contra el elitismo del discurso cultural dominante. Es aquí donde debemos indagar y buscar a los jóvenes para entenderlos y acercarnos a su universo cultural, donde en definitiva está el futuro de los nuevos movimientos sociales y culturales que surgen en medio de las contradicciones culturales y económicas del capitalismo. Se trata del escenario donde debemos ensayar nuevas prácticas en la educación con adolescentes, en la participación política, en la expresión cultural, en la inclusión social siendo conscientes de que vivimos en un contexto económico y tecnológico incierto pero lleno de posibilidades para que los jóvenes y adolescentes puedan expresarse y crear nuevos modelos culturales de relacionarse entre ellos, con otras generaciones y con las instituciones.
A modo de conclusión
En definitiva, las circunstancias tecnológicas en las que se está desarrollando la nueva cultura juvenil, más allá de los estereotipos forjados en la cultura neoliberal que se refiere a los jóvenes como la generación perdida o sin futuro, dotan a la condición juvenil de nuevos significados y potencialidades que se desarrollan en un universo ajeno a la cultura y discursos dominantes. Es precisamente en ese discurso pesimista que define y se proyecta sobre los jóvenes como una “generación precaria y sin futuro” donde germina una contracultura juvenil que se resiste a ese discurso dominante creando nuevas formas de expresión identitaria y cultural a través de los nuevos códigos y lenguajes que se despliegan con los dispositivos tecnológicos y en espacios como YouTube. Será necesario, por tanto, estar atentos a estos nuevos códigos culturales que están creando los jóvenes a través de las tecnologías, no sólo como correas de transmisión de información sino también de creación de nuevas sensibilidades y expresiones culturales.
Autora: Almudena Moreno Mínguez
Universidad de Valladolid (Dpto. Sociología y Trabajo Social). [email protected]
Referencias
Feixa, C., (2015) De la generación @ a la # generación, Need Ediciones.
Noguera, A y Herreras, E., (2017) Las contradicciones culturales del capitalismo en el siglo XXI: una respuesta a Daniel Bell / Ana Noguera, Madrid, Biblioteca Nueva.
Costa, J., (2018) Cómo acabar con la contra-cultura. Una historia subterránea de España, Madrid, Taurus.
Roszak, T., (1970) El nacimiento de una contracultura. Madrid, Kairos.
Willis, P., (2017) Aprendiendo a trabajar. Cómo los chicos de la clase obrera consiguen trabajos de clase obrera. Madrid, Akal.