En una entrevista concedida al diario El Espectador, Martín Barbero reflexiona sobre las transformaciones que debieran operar en el sistema educativo, para que los jóvenes desarrollen un papel activo en la construcción de la paz en Colombia.
Jesús Martín Barbero es doctor en Filosofía por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), y realizó estudios de posdoctorado en Antropología y Semiótica en la Escuela de Altos Estudios de París. A día de hoy, es una de las figuras intelectuales más reconocidas en Iberoamérica especialmente en los campos de la comunicación, la cultura y la juventud, aspectos sobre los que ha girado la mayor parte de su producción académica.
En una primera línea de la entrevista, se reflexiona sobre la necesidad de construir una memoria colectiva que integre el conjunto de voces que conforman la sociedad colombiana.
Un país es una historia en común y esa historia tiene un montón de relatos. Yo descubrí que contar es la palabra más importante del castellano y de todos los idiomas. Contar significa contar cuentos, saber narrar, saber contar. Segundo, contar es tener en cuenta o no al otro, eso es vital en las relaciones sociales. Finalmente, hacer cuentas, contar es contar números.
Hay que aprender a contar con sus propias palabras. Lo que usted ha vivido no lo puede contar nadie más. Hay que aprender a contar su cuento para ser tenidos en cuenta y también hacer cuentas para la reparación.
Hoy lo que está descubriendo el país es que la gente tiene derecho a tener memoria y a que esa memoria sea tenida en cuenta para hacer cosas con la gente. Que sea con ella, no utilizándola, sino contando con ella, ahí hay un cambio radical.
¿Cuál es el papel de los jóvenes en todo esto?
Yo diría que primero son sujetos, no solamente un objeto sobre el cual contar cosas. Son los jóvenes los que tienen que contar su cuento. No lo puede contar nadie por ellos. No todo tiene que ser escrito, hay muchas maneras de contar ahora, en la web, en las redes sociales.
Los jóvenes son los mediadores entre lo que está pasando en la escuela y lo que está pasando en la sociedad. Pero la escuela tiene que asumir que los jóvenes son capaces de contar su memoria, su historia, su familia, su barrio, su país ¿De qué país habla la gente joven?
El lugar donde se podría cocinar eso con sentido es un sistema educativo en donde la gente aprendiese algo más que hacer tareas. Pero la obsesión es el éxito social.
En una segunda línea el autor reflexiona sobre el modelo de escuela necesario para afrontar el período de construcción de la paz
La escuela se tiene que conectar con los cambios que piden los alumnos y trabajar para construir una imagen de país que tenga que ver con ellos y que cuente con ellos, todo lo demás va a ser muy pasajero.
Para que la escuela geste memoria tiene que empezar por saber de qué estamos hablando, porque los maestros en su mayoría piensan que los que tienen memoria son los mayores. Hay un desconocimiento muy fuerte de lo que está pasando en el mundo joven, los maestros no son capaces de entender ni a los niños, menos a los adolescentes y a los jóvenes.
Las claves para entender el mundo de los jóvenes son la escuela y los cambios de costumbres en el seno de una sociedad (las transformaciones de los modos de escribir, de leer y de jugar). No estoy diciendo que los maestros no quieran entender a los jóvenes, el tema es que ellos no están ahí para entenderlos, están para hacer lo que dicta el Estado.
En este momento estoy trabajando con un pequeño grupo de la Secretaría de Educación de Bogotá en formación de maestros, eso es cambiarles el chip. Por más de que el sistema de Estado haga los programas, ellos tienen que asumir la transformación de esos programas para que realmente sirva a la vida de los niños y de los jóvenes como sujetos humanos. Eso significa que tienen vida propia, que hay cosas que les gustan y cosas que les revientan.
Occidente perdió la capacidad de pensar su propio sentido: para dónde va, qué quiere, qué está haciendo. Se forman gerentes, es decir alguien que sabe hacer cosas, pero no sabe, es un saber instrumental. No es un saber de cuerpo, de barrio, de ciudad, de país, no. Es un saber instrumental así le pongamos muchos títulos.
Fuente: colombia2020.elespectador.com