Una de las conclusiones más sólidas que aporta el informe «Jóvenes Españoles entre dos siglos 1984-2017», es la gran importancia que los jóvenes confieren a la familia, considerada por el 97% de los entrevistados como “muy” o “bastante importante”. Lo que nos lleva a ubicarla como uno de sus máximos referentes a la hora de entender el mundo de hoy y situarse dentro del mismo.
Ahora bien, ¿A qué se refieren los jóvenes cuando hablan de familia?
Como apuntaba Pedro González Blasco en el Informe Jóvenes Españoles 2005, en general los jóvenes se muestran muy abiertos y tolerantes con distintos tipos de posibles familias, aceptando mayoritariamente cualquier tipo de unión o agrupamiento como una familia auténtica.
Sería además una tendencia en progresión, especialmente en lo que respecta a las formas de vida consideradas como familia que en 2005 obtenían menor grado de aceptación entre los jóvenes, esto es, las uniones de personas del mismo sexo con o sin hijos, que en 2010 ya eran aceptadas por alrededor del 70% de los entrevistados.
En vista de lo anterior cabría preguntarse ¿Cuáles son las formas de convivencia preferidas por los jóvenes?
Casarse, pero después de haber convivido antes con su pareja, es la fórmula que eligen el mayor porcentaje de jóvenes (32%), seguida por la segunda opción, vivir en pareja sin casarse (21%).
El resto de opciones contempladas en el estudio: casarse sin haber convivido antes con su pareja, permanecer soltero, ya estoy casado (habiendo convivido o no antes con su pareja) o formar una pareja abierta con total libertad sexual, serían fórmulas menos atrayentes para ellos, arrojando porcentajes inferiores al 8%.
Además de lo anterior, es necesario destacar que un 29% de los encuestados reconocieron que todavía no saben lo que harán. Si echamos un vistazo rápido a los datos de la serie histórica, se advierte que el porcentaje de indecisos habría aumentado en 12 puntos porcentuales desde el año 2005, casi en la misma proporción que desciende el porcentaje de jóvenes que optarían por casarse, pero después de haber convivido antes con su pareja.
Sin duda desempeñan un papel determinante para explicar este cambio la crisis económica, el alto índice de desempleo juvenil y las enormes dificultades con las que se encuentran para la emancipación del hogar familiar, que se está retrasando para la mayoría hasta pasados los 25 años.
Según los datos del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud en España para el segundo semestre de 2016, la tasa de desempleo de los jóvenes de 16 a 24 años es del 42,9 %, pero además un 19,7% de ellos estarían subempleados. Esto se traduce en que la tasa de emancipación para los jóvenes de 16 a 29 años en 2016, según este mismo informe, no llega al 10 %, aumentando el número a un 41 % en el rango de edades de 25 a 29 años. Los problemas para emanciparse llegan a afectar incluso a 1 de cada 3 jóvenes adultos (entre 30 y 34 años).
La visión de conjunto que aportan estos datos puede matizarse teniendo en cuenta factores como la edad, el posicionamiento político o la identificación religiosa de los jóvenes que participaron en el estudio.
Como puede resultar lógico, los menores de 18 años tienden más que el resto a no saber lo que harán (un 36,4 %), mientras que a partir de esta edad y hasta los 24 años, los jóvenes reflejan la tendencia mayoritaria a escoger la opción de casarse, pero conviviendo antes con su pareja.
En lo que respecta a la ideología política se constata que los jóvenes de izquierdas eligen mayoritariamente la opción de vivir en pareja sin casarse (un 30,9 %), mientras que los jóvenes de derechas, tienden más que el resto a afirmar que se casarían habiendo convivido previamente con su pareja (un 43,4 %) y optan con mayor frecuencia por el matrimonio sin haber convivido previamente.
La identificación religiosa también influye en la elección de opciones de convivencia, como cabría esperar, ya que está muy asociada a los valores relacionados con la familia y el matrimonio. Los “católicos practicantes” son quienes más tienden a responder que se casarían sin haber convivido antes con su pareja (un 16,9 %). Los jóvenes que se declaran “agnósticos” tienden más que el resto a señalar que se casarían conviviendo antes con su pareja (un 44,1 %), mientras que los “indiferentes” suelen situarse más a menudo en un posicionamiento de duda o incertidumbre, señalando no saber qué harán en el futuro (un 40,4 %).
- La necesidad de experimentar con una convivencia previa: casi 1 de cada 3 jóvenes sostiene la opinión de que quieren probar la convivencia diaria antes de dar el paso de casarse.
- La falta de identificación con la fórmula del matrimonio: Hay un sector importante entre los jóvenes que opina que el matrimonio no es necesario para el tipo de relación que quieren mantener, considerando que se trata de un mero certificado burocrático-administrativo que otorga el Estado (un 26,6 %) o que es una “pura apariencia social” (un 20,4 %).
- La pérdida de libertad: Un 17% de los entrevistados declara que no desea comprometerse tanto con la otra persona y un 14% sostiene la opinión de que el matrimonio supone una pérdida de libertad e independencia.
- Las razones de tipo práctico: Habría en este caso un grupo de jóvenes que mencionaron los problemas de “papeleo” en caso de ruptura (19%), la falta de dinero (un 6,1 %), que por motivos de trabajo no puedan estar juntos (un 2,8 %) o porque no piensen tener hijos (un 2,3 %), como razones para vivir en pareja sin casarse.
Las preferencias mostradas por los jóvenes entorno a las diferentes formas de convivencia propuestas dependen de las experiencias vividas en los hogares familiares en los que han crecido. Pero también son el reflejo de las tendencias de cambio experimentadas por las sociedades occidentales en lo que respecta al modelo tradicional de familia, como pueden ser el “desencantamiento del matrimonio”, la racionalización del asunto de tener hijos, la legitimación social de la soltería como forma de vida o del casamiento permanente sin tener hijos, las separaciones, los divorcios y los segundos matrimonios, incluyéndose también la legitimación y el reconocimiento como familias de las parejas del mismo sexo, como se ha visto anteriormente.
En algunos análisis estas tendencias se han interpretado como indicadores de la decadencia e incluso de la eventual desaparición de la institución de la familia en la sociedad occidental. Sin embargo, esta línea de análisis se contradice con la importancia que sostenidamente han otorgado los jóvenes españoles a la familia, desde el inicio de la serie de estudios realizados por la Fundación SM en 1984. Pero en todo caso se trata de un modelo de familia que no se identifica con el matrimonio necesariamente, sino con otros tipos de convivencia en pareja y que albergan planes de futuro que no siempre implican tener hijos.