Rebeldías, relevos y revelaciones ¿Qué les queda a los jóvenes?

“¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo? ¿Asaltos? ¿Discotecas?”

(Mario Benedetti)

A menudo las noticias que se difunden acerca de los jóvenes son negativas, plagadas de estereotipos y estigmatizaciones. Se coloca el acento en el desinterés o la rebeldía y no en todo lo positivo que son capaces de revelar cuando se les ofrece el espacio para hacerlo.

Cada uno es único, pero si hay algo que los caracteriza como grupo, es la necesidad de confrontar con los adultos.  La adolescencia es -tal como la definió Erikson- una “fase normal de conflicto acentuado” que, según Blos, se acompaña de sentimientos de aislamiento, soledad y confusión.

Conflicto, duelos, enamoramiento, pensamiento dicotómico y confrontación.  Justo en un momento tan particular les pedimos que decidan: ¿Animarse a vivir solo? ¿Con amigos? ¿En pareja?; ¿Trabajar? ¿Dónde?; ¿Estudiar? ¿Qué?

Actualmente, los mandatos no son tantos ni tan rígidos como en siglos pasados.  Los padres no disponen qué carrera deben continuar sus hijos ni con quién tienen que formar pareja.  Aún así, tomar decisiones y sostenerlas continúa siendo un complejo desafío.

En el contexto cambiante en el que vivimos, es poco probable saber qué profesiones serán las más demandadas en el futuro.  No obstante,  la orientación vocacional sigue siendo esencial, no para entregar respuestas definitivas, sino para ayudar a construir proyectos existenciales flexibles.

Los especialistas aseguran que muchas de las aptitudes que hoy les son exigidas a los graduados se irán modificando con la aparición paulatina de nuevos roles laborales.  Sin embargo, el compromiso, la creatividad, la empatía, la actitud resiliente o el trabajo interdisciplinario serán cada vez más valorados en distintos ámbitos.

Por ello se vuelve fundamental el rol del tutor que orienta para que cada joven se descubra a sí mismo y construya su auténtica vocación con una mirada que abarque lo social.

De la rebeldía como estereotipo a la revelación

 

 “¿Quién soy yo? (…) No me etiquetes / No me encasilles/ No me limites 

El mundo cambia/ Si vos cambiás” (Canción ‘Etiquetas’,  Árbol)

 En la última década la preocupación de los profesores por la aparente apatía de los adolescentes y sus manifestaciones de violencia o rebeldía en escenarios escolares, se ha hecho evidente en diferentes trabajos.  Hagamos un brevísimo recorrido por algunos de ellos:

  • 2007: Una encuesta realizada a 6.000 alumnos argentinos por el Observatorio de la Convivencia Escolar (UCA), asegura que, antes de los 18 años de edad, uno de cada cuatro siente miedo frente a las actitudes agresivas de sus compañeros.
  • 2008: Según un estudio del Instituto Germani (UBA) en Escuelas Medias de 21 provincias argentinas, el 17% -de los 4971 consultados- inició o fue víctima de una pelea en el anterior ciclo lectivo. Kornblit y Adaszko (sus autoras), señalan que aquellos con un buen nivel de autoestima, que piensan en un proyecto de vida y cuentan con un clima familiar favorable, donde se propicia el diálogo, están más alejados de las situaciones violentas en el aula.
  • 2009: El Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas del Ministerio de Educación de la Nación revela que un 10% de los alumnos entrevistados ha sufrido amenazas de daño y más de la tercera parte fue víctima de destrozo de útiles por parte de sus compañeros, así como de insultos o burlas.
  • 2011: Luego de investigar la actitud frente a los límites sociales en 424 mexicanos de 12 a 21 años, Oudhof Van Barneveld y Robles Estrada concluyen que las acciones transgresoras no son las que ocurren con mayor frecuencia sino las que se difunden más, de modo que invitan a “revisar la imagen popular que retrata a los adolescentes como problemáticos, conflictivos y rebeldes sin causa”.
  • 2012-2014: Autores latinoamericanos como Echeverría, Negrete y Leyva, Passarotto, Valdez y Aguilar asocian la apatía de los jóvenes con la falta de oportunidades laborales, la inseguridad e insatisfacción personal y la pérdida del sentido de la vida.
  • 2015: En un sondeo que tomó como muestra a 200 estudiantes mexicanos, Aguilar Montes de Oca y Cols. advierten sobre las consecuencias negativas de “reprimir en los adolescentes la posibilidad de desarrollar sus propias potencialidades, creatividad y talento”.
  • 2016: Un informe del Observatorio Bullying sin Fronteras arroja la suma de 1.142 casos denunciados de bullying en el 1° semestre en 14 provincias argentinas y alerta acerca del incremento de este fenómeno a partir del mal uso de las redes sociales (ciberbullyng).

Este puñado de estudios ejemplifica las preocupaciones de los adultos con respecto a los jóvenes.  Señalarlos como rebeldes o culpabilizarlos tiende a funcionar como una profecía auto-cumplida y obstruye la revelación de sus capacidades.

Y a ellos ¿Qué les preocupa?

 ¿Rebelarse o revelarse? La pregunta por la identidad

 

“Somos los extranjeros de un lugar que era nuestro” (J. Boccanera, 2002)

La preocupación urgente en la adolescencia parece ser encontrar respuesta a la pregunta: “¿Quién soy?”. Su tarea es la construcción de una identidad y un espacio propios. Las vivencias frente a un cuerpo que se modifica, las exigencias paternas o escolares que les hablan de responsabilidades adultas, a la vez que les niegan permisos que suponen merecer -entre otras disyuntivas- son temas que los agobian.  Es frecuente que excelentes estudiantes disminuyan su rendimiento debido a la excesiva energía puesta al servicio de resolver conflictos generados por los cambios inherentes a esta etapa.

En un documental de UNICEF[i], Santiago (16 años) ensaya la siguiente definición:  “Ser adolescente es ser un problema, pero disfrutarlo”     

Algunos se sienten indefensos frente a la incertidumbre laboral, la falta de credibilidad, el consumismo, la exclusión u otros dilemas y no vislumbran salida.  Este desencanto suele ser transmitido por los adultos junto con una creencia desalentadora según la cual “esta realidad no se puede cambiar”.

Necesitan desarrollar un proyecto personal que les permita encontrar “su espacio” más allá de los límites de su ambiente familiar. Revelarse. Misión relacionada con el propósito.

Rebelarse, relevar y revelar… tres tareas

 

“Solo imagina lo precioso que podría ser arriesgarse y que te salga bien” (M. Benedetti)

Durante el proceso de relevo en el que los adolescentes nos confrontan como instancia de crecimiento,  los adultos podemos adoptar dos posturas más o menos opuestas:

  • Guardar una actitud distante, defensiva, basada en temores y prejuicios. Posición que tiende a “encausarlos”.
  • Ayudarlos a encauzar su rebeldía, convirtiéndonos -en algunos casos- en tutores de resiliencia. Posición que implica desempeñarnos como guías o co-pensores, sin tentarnos con encausar (con S) ni caer en la cómoda tentación de convertirnos en jueces que acusan, persiguen, señalan e inculpan.

¿Qué revelan sus conductas aparentemente apáticas o rebeldes? Tal vez que ha llegado el momento de relevar a sus padres del lugar que han ocupado en la niñez. ¿Qué mejor manera -para evitar la desilusión y el duelo frente a la caída de estas figuras idealizadas- que “atacarlos”? Buscan diferenciarse, mostrar su esencia, liberar a los mayores de la obligación de indicarles por dónde caminar y comenzar a elegir otros senderos, sabiendo que sus referentes estarán a un costado de la ruta cada vez que los necesiten.

Encauzar sin encausar es la tarea adulta indispensable para que ellos elijan revelarse en lugar de rebelarse.  Labor que nos exige corrernos de roles lindantes con lo paternalista y procurarles  un “sostén de mirada” (Calmels, 2001), estando allí sólo por si nos necesitan.

Ante la apatía o la rebeldía, las instituciones educativas pueden constituirse en un punto de encuentro para construir con ellos una cultura de esfuerzo, respeto y solidaridad.  El objetivo es que alcancen eso que los japoneses llaman ikigai: la realización de lo que se espera y desea.

¿Qué ocurre entonces? ¿Se muestran apáticos?, ¿Quieren transformar el mundo? ¿O ambas cosas a la vez?

Quizá se trate de disolver estas y otras antinomias que no hacen más que etiquetar -algo que ellos piden a gritos que no hagamos- obstaculizando la revelación de sus potencialidades.

Es función del educador despertar la pasión por aprender en aquel que se muestra apático, animar al agobiado, acompañar a cada uno para que alcance ese desarrollo potencial del que nos habla Vigotsky.

¿Qué podemos hacer los educadores para prevenir el desánimo y la rebeldía infructífera en los jóvenes? ¿Será cuestión -siguiendo a Carpintero (2007)-  de “crear con ellos la posibilidad de una esperanza fundada en una razón apasionada”?

Una de las maneras es promover en ellos el humor, la creatividad, la autoestima, la empatía, la introspección, el pensamiento crítico, la iniciativa y la independencia. Es decir, la resiliencia, capacidad para afrontar la adversidad.

Otra es brindarles ocasiones para que conozcan y se comprometan con buenas causas.  En otro texto propuse la noción de Compromiso Social Aplicado[ii]. Consiste en articular problemáticas sociales que necesitan soluciones urgentes con las fortalezas vocacionales de quienes intentarán resolverlas poniendo en juego su vocación de servicio.  Supone corresponsabilidad, empoderamiento, resiliencia e integración social.

Acompañemos a cada adolescente en ese proceso de autoconocimiento y de construcción de un propósito vital con nuestras preguntas y nuestra escucha genuina:

¿Cuáles son sus fortalezas? ¿Qué le apasiona? ¿A qué aspira? ¿Qué le gusta hacer? ¿Qué puede hacer bien? ¿Qué -de lo que sabe- podría ser útil para los demás? ¿Qué podría aportar -desde su talento- para mejorar el planeta?

 ¿Qué les queda entonces a los jóvenes?

El poeta M. Benedetti llega en nuestro auxilio con un puñado de magníficas respuestas.

Les queda:

 “(…) Tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro (…)”

 Notas:

[i] Documental disponible en: https://www.adolescenciasema.org/adolescente-una-oportunidad-unicef-argentina-2017/

[ii] “Formar profesionales competentes, comprometidos y resilientes” (Vázquez, EAE, 2017). Disponible en: https://goo.gl/2ksStJ

 

Autora: Lic. Silvia Gabriela Vázquez

Directora Cátedra de Responsabilidad Social Universitaria UdeMM. Académica Red Latinoamericana de Profesionales de la Orientación. Presidenta Foro Juventudes por el Bien Común del Parlamento Cívico de la Humanidad. Escritora. Embajadora para la Paz (UPF-ONU). E-mail: